A estas alturas, todo el mundo sabe aquello de que el español proviene del latín (al igual que las lenguas romances, como el francés, el italiano o el rumano), y que este a su vez desciende del protoindoeuropeo.
Sin embargo, cuando uno habla de latín en general, lo normal es que se esté refiriendo al latín clásico (o algo más extenso como el preclásico, clásico y posclásico), es decir, el latín que empleaban los grandes autores en sus obras.
El otro latín es el conocido comúnmente como «vulgar», que no es que fuera obsceno —aunque, a veces, también—, sino que se le llama así porque era el latín usado por el vulgo, es decir, el pueblo, en su día a día.
Relación entre el latín clásico y el vulgar
Aquí hay que desmentir una creencia muy extendida —y que incluso creo haber leído en alguna fuente durante mis estudios de Filología Clásica—: el latín vulgar no es una deformación o corrupción tardía de lo que fue el latín clásico. Por decirlo de otra forma: a lo largo del tiempo, no existió primero un latín clásico que degeneró en un latín vulgar.
El latín vulgar no es (necesariamente) vulgar, simplemente el usado por el vulgo
Diglosia latina
Había, por tanto, una especie de diglosia, o, por explicarlo de forma más cercana a lo que todos sabemos por las clases de Lengua Española, el latín clásico sería el equivalente al español formal, mientras que el latín vulgar era el equivalente al español coloquial.
Pongamos un ejemplo que queda más o menos cercano (aunque alejándose a pasos agigantados). Cuando uno escribía una carta a sus padres (por encontrarse, por ejemplo, en otro país durante varios meses), no era raro comenzarla de una forma similar a esto:
Estimado padre:
Espero que al recibir la presente se encuentre bien de salud, y también mi querida madre, así como yo estoy bien…
Esto sería latín clásico. Latín vulgar sería llegar a casa, repartir abrazos y preguntar:
¿Cómo estáis? ¿Bien? Me alegro.
Latín clásico sería usar morfología del tipo futuro de subjuntivo, pretérito anterior o pluscuamperfecto a la latina, así como emplear palabras como «acribia» en lugar de «exactitud», «execrable» por «odioso» o «vate» por «poeta».
Resumimos lo dicho hasta ahora, pues, con que el latín clásico y el latín vulgar existían a la vez. La confusión de que el latín vulgar es el latín clásico corrupto que se dio ya en época muy avanzada proviene, seguramente, de que los testimonios vulgares de que disponemos son, efectivamente, de época tardía, pero eso no quiere decir que no existiera desde mucho antes.
¿En qué difieren el latín clásico y el latín vulgar?
Entonces, como reza el título de este artículo, el español procede del latín, sí, pero no del latín de las obras de Cicerón, sino del que se hablaba en las casas. Los que hayan estudiado latín recordarán fácilmente que «caballo» se decía equus; pero «caballo», también en las demás lenguas romances, en absoluto se asemeja a equus (raíz que solo se conserva en cultismos —que son eso: cultismos— como «equino» o «equitación»): es cavalo en portugués, cavallo en italiano, cheval en francés, cal en rumano, etc.
¿Qué ha pasado aquí?
Que Cicerón o Virgilio podrían escribir en sus obras equus, pero la gente en el mundo real decía caballus (originalmente, ‘caballo de carga’) y es de esta palabra de la que derivan las respectivas romances.
Otros casos interesantes son:
- sidus (cultismo «sideral»), pero stella > «estrella», francés étoile, italiano stella, etc.;
- cruor (cultismo «cruento»), pero sanguis, de donde «sangre»;
- pulcher «bello» (cultismo «pulcro» = «limpio»), pero formosus/bellus > «hermoso/bello», francés beau, italiano bello, etc.;
- edere, pero manducare;
- os, oris (cultismo «oral»), pero bucca > «boca», francés bouche, italiano bocca, etc.
Incluso hay casos de verbos clásicos que en el latín vulgar, con su tendencia a la perífrasis, necesitan una locución: esurire (cf. inglés esurient) > famem habere ‘tener hambre’.
Herencia del latín clásico ↔ vulgar: sideral ↔ estrella; cruento ↔ sangre; oral ↔ boca…
Cuando no hay ni rastro en las lenguas romances
Ahora el ejemplo contrario. Si uno abre cualquier libro en latín por una página al azar, se va a encontrar al menos un par de veces la terrorífica palabra ut, que los que hayan estudiado latín recordarán con (amor-)odio. Pero, hasta donde yo sé, esta palabra no ha sobrevivido en las lenguas romances (a excepción de que era el antiguo nombre de la nota musical do… y aun así también ha sido exterminada).
¿Cómo es que una palabra tan frecuente en latín ha desaparecido por completo en las lenguas hijas?
La explicación es que era una palabra exclusiva del latín clásico (esto es, literario), y nadie la usaba en la vida real.
Conclusiones
Todo esto, para terminar, no quiere decir que el latín clásico y el latín vulgar fueran dos lenguas totalmente distintas. En un porcentaje altísimo (a nivel léxico, fonético-fonológico y gramatical), los dos registros serían iguales, y las diferencias podrían encontrarse únicamente en algunas palabras y determinados aspectos morfológicos y sintácticos.
Cualquier romano medio, que en casa o en la taberna empleaba la variedad vulgar, debía de ser capaz de entender discursos y textos en latín clásico, igual que cualquier español medianamente instruido entiende las obras literarias más exquisitas y elaboradas.
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«El español proviene del latín… vulgar», de delcastellano.com.